Hoy, Domingo de Ramos coincidentemente, ha fallecido mi última grande heroína, mi querida y entrañable Tía Patria, como cariñosamente siempre la llamé, aunque su nombre era Patricia.
En los últimos años, dada la necesidad que tuve de emigrar de mi país, tuve muy poco contacto personal con ella, pero siempre que retornaba, le dedicaba su tiempo, sin estar presente la ayudaba en todo lo que podía y estaba al tanto de cuanto ocurría con ella.
Soñaba con encontrarla para la próxima vez que fuera al país, aunque de la última vez tuve una experiencia amarga con ella: no me reconoció. A veces viajaba en el tiempo y me veía como yo soy o como yo era en su casi fantasia mezclada con sus recuerdos, otras, iba más lejos y no me divisaba.
Pero no me dio tiempo. No alcanzaré a verla nuevamente, cosa que me había propuesto, mismo que fuera de lejos, aunque ni supiera quien yo era, eso era irrelevante.
Si de algo tengo certeza es que se fue de este mundo muy consciente de saber cuánto la quería, de cómo aprendí a adorarla desde niño. Ese amor fue recíproco. No tengo dudas de lo yo que representaba para ella.
Llegué hasta pensar que ella fingió el hecho de no reconocerme. Era como una especie de despedida. Quería evitar que sufriera con su ausencia. Pretendía que la olvidara. Solo que ella no sabía que eso era imposible. El olvido no tiene la menor asociación con este caso.
Tengo un arsenal de momentos buenos para recordar, la mayoría vinculados con mi maravillosa infancia y mi primera juventud, de la cual ella hizo parte muy significativa.
Yo siempre me orgullo de contar para mis hijos y personas que me preguntan, que si algo hubo en mi familia siempre fue mucho amor, mucho respeto, mucha colaboración. Afortunadamente, hemos conseguido mantener vigente esa bandera del océano de amor en las generaciones que hoy hemos envejecido y en las que nos han sucedido.
Fueron 93 años recién cumplidos y me pregunto: ¿qué fue lo que no vieron y experimentaron esos largos decenios?
Sé que pasó dificultades, que tuvo muchas pérdidas del alma, que por momentos llevó una vida medio que, en soliloquio, encerrada en sus pensamientos, reservada, estoica.
Fui de lo más próximo que tuvo, aunque como ya dije, distante por los caminos que la vida me llevó y de los cuales solo tengo a agradecer, pese a todo y pese a todos.
Lo que me resta de vida será insuficiente para expresar mi gratitud por la vida que he tenido, con todo incluido.
No me cansaré de agradecer a Dios por las oportunidades, por la luz y por la sabiduría que me ha proporcionado, por conducir mis pasos de la forma en que lo he hecho.
Y con certeza, entre todo lo que tengo para agradecer, está el haberme dado una tía, como mi Tía Patria.
Esta madrugada, una parte muy valiosa de mi infancia, también murió. Se fue.
Esta madrugada, una parte muy valiosa de mi infancia, también murió. Se fue.
¡Qué Dios te bendiga mi amor!
EPD Patricia Sandoval Toca. La Habana, 14 de abril de 2019.