Muchas veces pensamos, que
tenemos la capacidad de analizar la situación del prójimo, al tiempo que
definimos teoricamente, un conjunto de soluciones, aparentemente simples, para dar al traste con los problemas que
acongojan a los demás.
La buena voluntad, el deseo de
ayudar y ser útiles, marcan presencia en
estas horas. En ocasiones nos hacemos
víctimas del viejo refrán: “En casa del herrero, cuchillo de palo”.
Cuántas veces nos hemos visto en encrucijadas
similares y no hemos sido capaces ni de pensar, ni tan siquiera por escasos
instantes, en algunas de las propuestas, que
por nuestra parte, ya fueron brindadas a otros necesitados?
No atinamos a poner en práctica,
ni el 10% de aquello que ofreceríamos como soluciones. Pienso que si
aplicáramos el 11% de lo que elaboramos para salvar otras personas, nuestras
propias vidas serían mucho mejores y articuladas, al tiempo que puliríamos cada
vez más nuestra sagacidad, para construir salidas para los problemas propios y
los ajenos.
Pero que seríamos, si no
tuviéramos esa persona,que de buena fé, nos tenta guiar, abrir los ojos? Muchas veces, excelentes seres humanos sin
recursos de ninguna índole, inclusive, por veces, provistos de inteligencias de
no muy largo alcance. Ver cómo se esmeran en colaborar, con las vivencias que
tuvieron, tan o más estimables que muchos QI aventajados, con el aval de haberse
formado en la rica universidad de las calles!
Entonces, cuando se tiene el
privilegio de recibir “abre-ojos”, que brotaron de las gargantas de
especialistas en el assunto: “vivir”, lo mejor que podemos hacer es detenernos
y reflexionar. Haz recibido el llamado de la vida y este asunto, merece
atención.