quarta-feira, 16 de janeiro de 2013

Todos nos sentimos aptos para dar consejos.


Muchas veces pensamos, que tenemos la capacidad de analizar la situación del prójimo, al tiempo que definimos teoricamente, un conjunto de soluciones, aparentemente simples,  para dar al traste con los problemas que acongojan a los demás.

La buena voluntad, el deseo de ayudar y ser útiles,  marcan presencia en estas horas. En ocasiones nos hacemos  víctimas del viejo refrán: “En casa del herrero, cuchillo de palo”. Cuántas  veces nos hemos visto en encrucijadas similares y no hemos sido capaces ni de pensar, ni tan siquiera por escasos instantes, en algunas de las propuestas, que  por nuestra parte, ya fueron brindadas a otros necesitados?

No atinamos a poner en práctica, ni el 10% de aquello que ofreceríamos como soluciones. Pienso que si aplicáramos el 11% de lo que elaboramos para salvar otras personas, nuestras propias vidas serían mucho mejores y articuladas, al tiempo que puliríamos cada vez más nuestra sagacidad, para construir salidas para los problemas propios y los ajenos.

Pero que seríamos, si no tuviéramos esa persona,que de buena fé, nos tenta guiar, abrir los ojos?  Muchas veces, excelentes seres humanos sin recursos de ninguna índole, inclusive, por veces, provistos de inteligencias de no muy largo alcance. Ver cómo se esmeran en colaborar, con las vivencias que tuvieron, tan o más estimables que muchos QI aventajados, con el aval de haberse formado en la rica universidad de las calles!

Entonces, cuando se tiene el privilegio de recibir “abre-ojos”, que brotaron de las gargantas de especialistas en el assunto: “vivir”, lo mejor que podemos hacer es detenernos y reflexionar. Haz recibido el llamado de la vida y este asunto, merece atención.

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