quinta-feira, 17 de janeiro de 2019

El Descubrimiento.

Esta es o fue más una de las historias que ocurrieron en mi quinto grado. 

Indiscutiblemente, fue un período de descubiertas. El mundo se abrió para mí, en varios aspectos.

Aprovecharé el marco de este post, para hablar sobre algo que se me hace difícil narrar y no es por pudor, vergüenza o similar, sino porque no encuentro las palabras ciertas, los adjetivos para describir las sensaciones que experimenté durante el descubrimiento de la tentación humana y específicamente, la varonil, que afloró en esta fase de mi vida. 

Comenzaré por decirles que, en aquellos tiempos, lo que uno tenía entre las piernas, era una especie de lombriz que seguramente ni quería mostrar, no quería que nadie la viera. Para muchos aquel ofidio se ha mantenido casi intacto, sin muchas variaciones, pese al paso de los años, pero siempre hacen alardes de dimensiones extremas, centrando sus vidas alrededor del susodicho miembro. 

Poco tiempo después, fue que el mío comenzó a tomar forma y tamaño grandiosos, se volvió un perfecto animal. Posteriormente, se puso lanudo que ni un mamut prehistórico, hasta llegar a la categoría de gigante. 

Lo peor es saber que también le llegará su período de extinción. Por eso hay que cuidarlo, ejercitarlo, tirarle fotos, para recordar los viejos buenos tiempos y poder decir para todas: Yo con esta fiera suelta era un problema. 

Después de este preámbulo, vamos a entrar en la historia que les anuncié. 

En las aulas, la hora del descanso después del almuerzo, era el momento favorito, el esperado, el de las investigaciones referente a la atracción y el contacto “íntimo” con el sexo femenino, o sea, con el opuesto, con aquel que no posee el majá, que les describí un poco antes. 

Nos sentaban en parejas. El quid de la cuestión consistía en conseguir tocar a la niña de al lado. Todos lo intentábamos. Más tarde dividíamos las experiencias, así como los modus operandi. Lo comentábamos entre nosotros y nos auxiliábamos uno a otro en cómo abordarlas. 

Era una sensación táctil muy rica y al mismo tiempo indescriptible. Se sentía un placer que no era elaborado conscientemente, era algo muy espontáneo, incipiente, que poco a poco iba tomando los contornos del deseo. 

Menos mal que en aquella época era solo de aquí para allá, en un solo sentido, porque si alguna de ellas se empataba con alguna de nuestras lombrices, la pena estaría vigente hasta hoy. 

Posteriormente entendí, que ellas usando sus trucos y gracias, podían tener a  su disposición, todas las culebras y serpientes que les vinieran en gana y que a partir de ese día, nosotros estaríamos corriendo atrás de ellas, para siempre, como en un juego de persecución, tentando conocer más a fondo, lo que estábamos comenzando a descubrir.

Recuerdo que me hacía feliz, cuando en medio del miedo, la incertidumbre de llevar un manotazo o una denuncia para la maestra, percibir la aceptación de la niña, saber que aparentemente disfrutaba y gustaba. Ella también estaba descubriendo a su manera. No recuerdo si aquel sentir estaba acompañado de alguna emanación o suspiro de gozo.

Hablando sobre este mismo asunto, me acuerdo también, que había una niña que todos querían tenerla de compañía de mesa, para aquel descanso después del almuerzo, cuando apagaban las luces y nos obligaban a dormir la siesta. 

Era una especie de pavita pechugona. Se había ido en vicio y desarrollado bastante. Ahí si había carne para amasar.

Hasta discutíamos y nos fajábamos para ver a quien le tocaba el asiento al lado de ella. Pese a que la maestra nos ponía en puestos fijos, aprovechábamos un descuido o salida de ella del aula y nos cambiábamos de lugar, según el acuerdo que se había hecho de antemano en el recreo, entre nosotros. 

Aquella pechudita, tenía una cara de pícara del caray, unos ojos lindos y nos miraba como si se burlara de nosotros diciendo: yo sé que todos ustedes tienen el pipi corto, yo ya los he visto mayores. Era como si nos dijera: ustedes son unos niños todavía. 

Todos estos pasajes están permeados de una linda y sana ingenuidad, que hemos perdido los protagonistas de este recuento con el correr de los años y que probablemente, no conocerán, no experimentarán las generaciones futuras, para las cuales todo esto puede resultar ridículo y atemporal.

El acceso temprano y facilitado a la pornografía, así como la omnipresente exposición sexual en vestimentas, músicas, canciones, bailes, los apelos a la sexualidad en todo cuanto es serie, filme, han conseguido mudar la forma en que este universo, esta etapa de la vida, brota en los niños, en los adolescentes.

¿Son tiempos de mayor abertura? 
¿Son tiempos de más tolerancia? 
¿Son tiempos de más sinceridad? 
Son tiempos nuevos. 
Son tiempos diferentes.

Yo que lo viví, te aseguro que aquello fue sobretodo bonito, visto sin falsos moralismos, lo que no quiere decir que otros relatos, también no lo sean.

Este fue el mío.

Los días del descubrimiento eran santos.

Pero en mi quinto grado, no todo fueron pececitos de colores. 


Nenhum comentário:

Postar um comentário